Oficina combi


ENCANTOS Y DESENCANTOS DE CHAMBEAR MIENTRAS TE TRANSPORTAN
Para algunos, la combi es una rara forma de extensión del sueño. O sea, duermo cinco horas en casa y una más en la combi. Así me organizo yo pues oye (porque yo me organizo, ah). Lindo, ¿no? Limenean way of life. Pero también están los que no parpadean, los que no pueden perder el tiempo, los que ayer leyeron por décima vez a Miguel Ángel Cornejo antes de dormir y hoy quieren conquistar el mundo, o intentarlo, o decir que lo intentaron, y saben que en este arenal de Dios perder un segundo es perder un granito-oportunidad. Hoy es tu día y debes sacarle provecho: sube al vehículo, camina haciendo el un-dos-tres un-dos-tres que bien conoces para no mancharte los lustradísimos zapatos. Y a vencer se dijo. No pienses lo contrario.
Estos chicos-vigor llevan traje y corbata, un maletín gordo de mano y teléfono celular. Y han asumido que la combi no es una extensión del sueño, sino más bien un preludio de la oficina. Hay algunos que vivimos a otro ritmo, dice el workahólico comercial de Nextel. Y el primer nextelazo —¡pri-pri!— introduce en la atmósfera matutina de la combi intrusas órdenes de compra, puteadas a subalternos, apuradas enmiendas, instrucciones a la secre, y toda clase encargos urgentes que no pueden esperar ni un segundo, un toque, no cuelgues, cóbrate broder, sí, sí, aquí estoy, te escucho te escucho.
La combi es un espacio sin claras delimitaciones. Un lugar para el odio y para el amor, para la violencia y la solidaridad, para el miedo y la nostalgia, para dormir y chambear. Si los ejecutivos que controlan el planeta pueden pulir las (frías) hojas excel de sus laptops dulcemente encaramados en aviones de primera clase, ¿por qué no abrir la agenda todo terreno sobre el maletín —los apretujados muslos como soporte— e ir avanzando sobre ruedas? ¿No dijo un poeta que se hace camino al andar? Si la combi te condena a un suplicio de noventa y cinco minutos, ¿no es mejor tratar de sacarle el jugo —el jugo de smog— y serle útil a la sociedad en vez de hacer del viaje un paréntesis bobo? Recuerda: el día útil tiene 17 horas. 17 mil granitos de arena que ahora mismo están cayendo. Saca el lapicero. Ve apuntando cosas importantes para la chamba. La práctica te permitirá no perder el pulso a pesar de los baches. La luz roja no es una luz roja: es el momento de mayor productividad. Lee tus separatas de capacitación, esos powerpoints impresos con caritas para digerirlos mejor. Repásalos. Capacítate. Róbale tiempo al tiempo. Mientras tú viajas en la combi otro afila el serrucho que acabará contigo si no te pones, ahorita, las rayovac.
Pero claro, yo opino igual que muchos de ustedes: la combi está hecha para viajar, pensar en uno mismo, mañosearse, mecharse. Pero... ¿para trabajar? Por Dios, te queda todo el fuckin día para trabajar. ¿Es necesario que me claves en la cara la antena de tu celular, perdón cholo, y que grites como un orate que el pedido de Ramírez no llegará a tiempo? ¿Qué terrible confusión en las relaciones humanas hace que al hablar por teléfono de cosas de chamba te sientas con derecho de vociferar 3.2 veces más alto que cuando hablas, por ejemplo, con tu mamá? ¿Es que no puedes estar quieto?
La adicción al trabajo es un problema que afecta a países desarrollados pero sobre todo a países pobres que se juran en bonanza (como el nuestro) y la combi se presta para empeorar las cosas. No hay que olvidar que muchos choferes de combi trabajan demasiado porque, entre otras cosas, no quieren volver a casa. Ganar más efectivo, esa es la consigna, porque el afectivo… ¡al carajo con el afectivo! El resultado es una atmósfera de estrés que puede ser insoportable: prueben viajar en una combi con más de tres nextels en sincronizada orquesta y les aseguro que odiarán en cuestión de segundos a la especie humana, y esa estúpida compulsión suya de llegar antes, lo más rápido posible, aunque en el camino te conviertas en trocitos, bien lejos de ese omnívoro sujeto que alucinaste ser.

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